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martes, 29 de diciembre de 2015

Yo apoyo la homofobia


   Hacen desfiles, conmemoran días y organizan campañas todos los años a favor de la homosexualidad. Y yo pregunto, sencillamente, ¿por qué? ¿Para qué? Para ver cómo un ejército de enfermos y desviados de la naturaleza se besan y toman las manos en público, luciendo pechos desnudos, gafas de sol, pantalones de cuero, lencería erótica y banderas del orgullo gay pintadas en las caras.

   Patético. Asqueroso. Inhumano. Yo pregunto sinceramente por qué todos esos defectuosos de gametos sexuales no son puestos a prueba cuando nacen, digo yo, poniéndoles dos videos porno: uno de Sasha Grey con Mike Adriano y otro de porno gay en caso de los hombres, y porno de lesbianas en caso de las mujeres. Así, seguramente, sería sencillo dilucidar la orientación sexual del niño, juzgando las reacciones de este ante los videos. 

   Yo haré eso cuando tenga hijos, y si de casualidad el niño se sonríe y agita las manos al ver a un hombre penetrado analmente por otro, juro por Dios y la Vírgen Santísima que lo doy en adopción. En serio, lo hago. Porque soy una persona muy intolerante, muy explosiva (momento depresivo-anti-sociedad-mírenme-soy-diferente-y-con-retraso).

   Pero no es que le tenga asco a los homosexuales, es más (y como dice Maradona) me agrada que estén vivos, así dejan a las mujeres a los hombres de verdad. ¡Ah! Pero es que también están las lesbianas; esas putillas dobles con pase libre para besar, manosear y responder mal a cualquiera en la calle solo porque no le pusieron un pene en la cara de niña. No me provocan otra cosa que ira, sentimientos iracundos que derivan en planes de cómo torturaré a la próxima que me encuentre por la calle, paseando con su mochila "indie" y zapatillas Vans de la mano con la otra putilla. 

   Epifanías y fantasías masivas por las noches sobre qué pasaría yo si fuera un dictador poderoso. Sin duda, una de las primeras proclamaciones sería la de cerrarle las puertas de servicios públicos a los homosexuales, como la educación, los hospitales, el transporte público... ¡Sería un sueño! Y soñar es gratis siempre y cuando te propongas a conseguir la meta. Ya verán.

   Mientras tanto me tomo un café bien amargo cada vez que leo que un homosexual, hombre o mujer, se suicidó debido a la presión social y al bullying recibido en su escuela, en su trabajo o por la calle. Me entra un sentimiento de gloria y justicia y hasta yo mismo me pongo en duda sobre lo que habría hecho en dicho caso. Es como el summum de la picardía humana, beberte un café mientras te regocijas leyendo sobre desgracias. "Desgracias" muy entre comillas. 


— El misántropo autor. 

Yo sí, comodísimo 



sábado, 12 de diciembre de 2015

Soy superior a todos


  Como ya sabemos, ya que firmemente lo sostengo: la mujer no puede escribir. Pero esta entrada tiene un sentido más amplio que limitarme a repetir una ideología con distintos disfraces una y otra vez. No. Qué poco profesional. Qué poca materia gris. Seguro muchos se estarán burlando, otros estarán prendidos en rabia o indignados. Indignadas, mujeres. Sí, lo sé, he sentido todo eso contra mí. ¿Pero quieren saber por qué no me duele sino que, por el contrario, me alimenta? 
  
   Nada de ser un troll. Es más complejo que eso. Tan complejo como el planteamiento estratégico a seguir para mantener bajo control a los negritos en los campos de algodón. Pasa y resulta que soy superior. Sí; soy muy, muy superior a ti. A ti, que lees; a tu madre, a tu padre, a cualquiera de tus amigos o profesores. Soy superior a todos:

Los que usan traje.
Los que tienen ideas originales.
Los que embarazan a sus novias.
Los fetos muertos que abortan esas novias.
Los que practican religiones.
Las feministas.
Las hembristas.
Los homosexuales.
Los humoristas.
Mauricio Macri.
"Pepe" Mujica.
Mexicanos, incas, quetzales y/o cualquier etnia indígena. 

   En fin, superior a todo ser viviente. Vertebrado, autótrofo, de cualquier reino, inclasificado, sobrehumano, sobrenatural, etcétera etcétera. Pueden apostarlo, y claramente no me van a creer, ¿verdad? No, debo demostrar porqué soy superior a toda cosa viva o muerta que esté ahora mismo en el planeta. Es una regla de 3 tan simple como que John Green es una bazofia: ¿quieres que algo quede claro? Demuéstralo.

   Soy superior a ti (sí, a ti), porque mi intelecto ya se estaba desarrollando a pasos agigantados cuando tú corrías por el patio tras la pelota o jugabas a las muñecas. Mientras tu infancia se basaba en cagar de pie y mirar a los Power Rangers, yo gestaba mi futuro cual Dexter, pero sin el laboratorio. Solo el genio. El gran genio que a día de hoy podría retorcer tu columna con la mirada. Ese genio que juega el papel de laxante eterno de todos los seres humanos; débiles, idiotas, poca cosa. 

   Es así, fácil y tan pancho. Soy un ente que está más allá de la comprensión científica, artística, compleja de una raza que por milenos ha buscado respuestas a las que nunca podrá acceder. Porque no son como yo. Porque son inferiores a mí. Sí, hablo contigo. Hablo de ti. Soy como tu padre cuando te regañaba por decir groserías o gritar en casa ajena. Soy la Ley de la que no puedes escapar y debes cumplir. 

Superior a los acomplejados.
Los bajitos.
Los músicos.
Los gordos.
Los pobres.
Los esclavos. 
Los latinos.

   A todos, en fin. 




— El misántropo autor


martes, 8 de diciembre de 2015

Un punto:



Acepta, con el ceño fruncido,
Que eres un punto.

Un punto y aparte,
Verduga de una oración,
Dueña de un párrafo.

Un punto que sentencia,
En un lugar especial,
Limitado a conquistas,
De los ancestros guerreros.

Un punto que espanta,
Tiene rostro; habla, vive,
Tiene historia,
Una historia dictada por mí.

Una parte pequeña,
De mis vastos dominios,
De mi colosal creación.

Te responsabilizas; haces,
Nos haces, nos dominas,
Nos destruyes; te alejas.

Gradualmente, el manto cae,
Y así… así te das cuenta,
Que luchas para mí.

Acepta, sin miedo al encierro,
Que eres un punto.



— El misántropo autor
14/08/15