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viernes, 24 de julio de 2015

Me agregaron a un grupo de WhatsApp



... de africanos. 


   Sí, en serio. Gente del África con Internet, buenos celulares, ropa cómoda y un mínimo grado de educación. No es broma. Tuve que ser nebulizado para recobrarme tras un ataque en el que miniversos paralelos hicieron sinapsis como neuronas y murieron.

   Es que ver para creer: en África hay más libertad de comunicación y cultura que en Corea del Norte. Pero redondeando los hechos no se hace más que llegar a muchos detalles, cada uno tan curioso en sí, que es merecedor de una reflexión larga. 

   Una tarde me llega una notificación de WhatsApp. Contrario a lo que esperaba que fuera (alguna de mis perras ladrando), abro y encuentro esto:


Muy apropiada la foto de perfil, ¿eh?

Básicamente un grupo cualquiera, creado para charlar y conocer gente. Pero este tenía algo distinto, y podía sentirlo en escena, como una puesta de sol. Me contraje y me rasqué las manos y los dedos... como si quisiera brotar algo en mi piel; alguna enfermedad.

Entonces comencé a leer los mensajes nuevos, y me doy cuenta de que no es inglés, español, árabe o alguna lengua conocida... escribían en un dialecto que sonaba a estrangulamiento, a gargajo, a sucio, impuro. 

Un chamán lanzándome una maldición








Me estreñí. Sudé frío. Descubrieron que no soy uno de ellos. Mis ideas divagaron algunos minutos entre si estaban confabulando para matarme o si debían verme como un dios. Tomé estas capturas de pantalla y me fui a la computadora, donde investigué los países de donde provienen esos códigos de área (sin dejar de revisar el grupo, entre temblorosas súplicas mentales). 

Mientras veía los miembros del grupo y buscaba los códigos, me recorría un sentimiento parecido al pánico, como nervios que me susurraban "ahora sí, es el fin". Encontré esto:



  Sí, confirmé mis sospechas. Gente negra; gente de color; gente con exceso de melanina. Me sorprendí y me asqueé a la vez, porque como dije, mirando las fotos de perfil de los integrantes, parecían personas normales. Personas bien vestidas, con empleo o estudios, un buen celular, acceso a Internet, no esclavizados, con viviendas más o menos decentes si omitimos el calor infernal reflejado en sus miradas. Rayos, gente de buena fe, humildes... con algunos gustos y pensamientos occidentales, como sonreír a la cámara o hacer twerking:

¡Muévelo, Nicki!
A mí me recuerda a "Diamante de sangre"



   En realidad, no resultaron caníbales, más bien leones enjaulados (nunca mejor dicho). A las horas me salí del grupo, y la experiencia me dejó algunas enseñanzas:


* Los africanos son más aguados que un tailandés en Cúcuta. 

* El inglés de los africanos es algo pobre, y padecen de una dislexia importante.

* Los niggas norteamericanos no son ni la mitad de carbones que los verdaderos niggas

* No todo es como lo pintan en las películas.

* No hay que juzgar a nadie, ni siquiera a un grupo grande de gente, sin antes conocerles. 

   Sacando algo bueno como un extra de todo esto, puedo decir que he conocido a personas de todos los continentes y he hablado con al menos una persona de cada uno. Enriquecedor este hecho, al fin y al cabo. 

   Aunque pensándolo bien... la persona que me agregó al grupo sigue siendo un misterio. 


— El misántropo autor.

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