Change the language

domingo, 24 de noviembre de 2013

La Infrabalistía


   En la historia de Zaira, la Infrabalistía no existe realmente o no está al alcance de los seres humanos, es como el pan y el vino que Jesús dio a los 12 apóstoles en la última cena; es como el manto que usó para cubrirse de los furiosos latigazos, la corona de espinas en su cabeza, escupitajos, hachazos y la doble penetración que recibió antes de su muerte definitiva. La Infrabalistía es un objeto sagrado, algo así como La Biblia o El Corán. Sin embargo, en la supuesta y futura trilogía de libros "La Infrabalistía", este objeto es representado físicamente como una esfera blanca que se ilumina con la luz de la luna, con un poder incalculable que es cedido a su portador o portadores al momento en que estos tocan la esfera y entregan sus almas, las cuales son devueltas con atributos y habilidades especiales, principalmente la agudización de los cinco sentidos y el añadidura de un sexto. Este sexto sentido es considerado un don, un maestro que enseña a sus cinco alumnos, un adiestrador. En la trilogía, la historia gira en torno a este poder, del cual se sabe desde la Edad de los Metales, hacia el siglo VI a. Z. 

   La historia de Zaira dice en el siglo IX d. Z. el príncipe Ervey, hijo de Sharampoh, un emperador de Constantinopla, viajó con una tropa a territorios Skáfidos (más específicamente a lo que hoy se conoce como México) para robar un artefacto que había tomado popularidad dentro y fuera del continente Americano, una daga de mango dorado y filo blanco, el cual brillaba por las noches y con más intensidad cuando se aparecía la luna. Esta arma tenía una peculiaridad, quien la utilizaba tenía el combate ganado desde el principio, ¿por qué? dos razones: la primera es que la daga era un arma que se ajustaba a tus habilidades para el combate y las incrementaba, la segunda es que este objeto podía controlar el tiempo. Si, así mismo, el tiempo. Podías parar algunos minutos el mundo que te rodeaba, suficiente para degollar a tu adversario o robarle un beso a alguna damisela. Estas características llamaron la atención del rey Sharampoh, quien inicialmente quiso ir con sus mejores guerreros a invadir territorio Skáfido y derrumbar el castillo del Marajá, pero su hijo, el joven príncipe Ervey se ofreció a buscar el artefacto, en señal de honor y gloria para su padre. El ejército de Constantinopla llegó en montones, dominaron, vencieron y saquearon a las tropas del Marajá, quedándose, además de muchas otras posesiones, con la daga. El príncipe se maravilló desde el primer momento que la tuvo en sus manos, era liviana y al sostenerla sentía como si su energía, espíritu, fortaleza mental y destreza fueran uno, uno más allá de lo que podría imaginar con meses de entrenamiento en las siete colinas de Bizancio. Cuando Sharampoh llevó la daga a sus mejores arquitectos, consejeros y hechiceros, intentaron desarmarla y estudiarla, con esto se dieron cuenta de lo que hacía al arma tan especial, era esa arena blanca que contenía en la parte final del mango, estaba dentro de la daga. El origen del material con que fue hecha la daga no pudo ser identificado jamás, incluso los hombres del Marajá confesaron no saber quién la había creado, pues ellos la encontraron en una pesca en las costas de lo que hoy es territorio Estadounidense. La daga perdió valor cuando Sharampoh descubrió la forma de pasar esa extraña arena blanca a otras armas, el resultado era el mismo: fuera de este mundo. Años más tarde el conocimiento de esta arena se esparció por toda Europa, todos querían ese poder. Los historiadores de la edad contemporánea acuñaron el nombre "Infrabalistía" de dos palabras: infraestructura y balística. 

   En la trilogía ficticia de libros "La Infrabalistía" el poder, como se mencionó al principio de esta entrada, fue descubierto en la Edad de los Metales, unos 7000 años antes de lo que dicta la verdadera historia. Su origen exacto se cree que fue en Mesopotamia, por los Sumerios, la civilización más antigua de la que se tiene evidencia. A través de los siglos e incluso milenios, las civilizaciones e imperios del mundo han querido poseer este poder, que no es una arena blanca, sino una esfera blanca que brilla con la luz de la luna y que tiene más funciones que en la historia real. La Infrabalistía, acá, puede no solo detener el tiempo, sino retrocederlo, controlarlo. No solo son tus habilidades para la lucha las que incrementan, son tus sentidos, tus capacidades intelectuales, todo se ve en aumento, lo que hace que seas un super humano, por así decirlo. En la trilogía, situada entre los siglos X y XIII aproximadamente, habla sobre los cuatro grandes imperios que controlan el mundo: los alejandrinos, los betánicos, los vanistas y los skáfidos. Estos imperios se reparten los territorios del planeta a través de sus violentas conquistas, el mundo está dividido en conflictos constantes. La finalidad de todo esto es encontrar la esfera y, con ese poder tan grande, poder dominar a los demás imperios y saciar las ambiciones de los gobernantes. Para revelar con exactitud más detalles acerca de lo que el libro dice, primero deberá ser escrito.  

   En líneas generales, este poder tiene una importancia más o menos relativa a la gravedad de la luna en la historia de Zaira. Pero en el libro, es un punto de partida, es en torno a lo que gira toda la historia. Gracias por leer. 

- El misántropo autor.




miércoles, 13 de noviembre de 2013

El ángel Ícaro y el difunto prodigio (leyenda Alejandrina)


   Durante la alta época Alejandrina, que se caracterizó por la cantidad de sucesos que marcaron el desarrollo como bases del imperio, existió un soldado llamado William Lancelot; un guerrero nato, habilidoso como pocos, dominaba casi todos los estilos de combate y la gran mayoría de armas que a su disposición estaban. Con él, la primera escuadra Alejandrina conquistó territorios franceses betánicos y se instalaron en una China muy debatida por los vanistas. William ideaba estrategias en las que la violencia se notaba en un plano mayor que la táctica, pero sin embargo eran efectivas. Parecía el guerrero inequívoco, y seguramente en Alejandría era el indiscutible campeón y líder de la milicia, pero en lo absoluto, no era perfecto. Su defecto más notable era su temperamento, era de esas personas impredecibles, no sabías si de un momento a otro se levantaría de su asiento, iría hacia ti y te propinaría un manotazo que te haría sentir agonizante. Se enojaba por cualquier cosa, creía que era una especie de Dios o gran precursor al que todos tendrían que seguir y respetar, adorar inclusive. Si, seguramente se veía a si mismo como una máxima autoridad. El rey Alejandro lo tenía en la mira de manera frecuente, también pensaba en cómo reaccionaría ante los enemigos que tendrían que asesinar él y la escuadra que era ordenada. Si no fuera por sus habilidades y esa especie de ambición con la gloria que poseía, William no habría durado mucho tiempo dentro de los muros reales. Era prepotente y poco flexible, su personalidad solo podía resumirse en un adjetivo: insoportable. 

   Una noche, en el comedor de soldados, todos cenaban. Algunos entre murmullos, otros entre frases bien articuladas hacia sus compañeros. Habían dos cosas que le daban a esa velada un aire interesante; la ausencia del rey, quién había asegurado presentarse en la mesa para informar de algo importante a los presentes; y la cara poco agradable de William debido a la caza fallida en los bosques de Radamen aquella tarde, no le daba vueltas a otro asunto, según su alter ego, el error fue dejar la trampa que él había construido en manos se Stevhan, un compañero Topógrafo. Mientras todos comían, William clavaba su mirada en Stevhan, éste se percató y tragó saliva algo nervioso. Cuando William ya no aguantó más, algo en su cabeza se descontroló, tras levantarse y hacer sonar sus nudillos, se acercó a su compañero y dejó caer una mano en su hombro, apenas le dio tiempo para voltear la cabeza cuando Lancelot le rompió la quijada con un zurdazo cargado de resentimiento injusto, al mismo tiempo cuatro solados se levantaban y alejaban al prodigio, quien tenía ganas de más. Otros dos compañeros ayudaban a Stevhan a reincorporarse; el rey finalmente llegó aunque el motivo de su retraso no lo dio a conocer. Todos los soldados salieron de su miedo y asombro cuando el rey pronunció con un tono abrupto y poco amigable: "creo que para ti, Lancelot, ya no hay lugar al que puedas llamar hogar en estas tierras. Márchate." El guerrero calmó sus ganas de matar y oler sangre nuevamente, algo de pocos segundos, porque le contestó: "la próxima vez que me veas, será antes de irte al otro mundo. Este imperio arderá gracias a mi."

   William, ya expulsado de las tierras principales de Alejandría aquella noche, no cumpliría con esas palabras, al menos no en vida. Dos noches después del incidente en el comedor, el 30 de diciembre del 90 d. Z., Lancelot vagaba a las afueras de Génova (había recorrido más de 120 KM en menos de 48 horas), su agonía era notable, pero el orgullo y el enojo seguían celebrando en su cabeza, el viento molestaba su rostro, estaba indefenso. No pudo esbozar más pensamientos de maltrato hacia el rey pues del cielo cayó un cuerpo, era el ángel Ícaro, quien por coincidencia o intervención del destino, aterrizó sobre William dejándolo muy mal herido. Ícaro apenas pudo salvarse, se repuso con dificultad y quiso salvar a Lancelot, pero al ver su mirada encontró malos pensamientos, rencor, furia, muchos males reflejados en un hombre. Ícaro fue lo último que el guerrero observó realmente antes de sumergirse en el sueño eterno. El resto es historia tanto como un dicho como de manera literal, Ícaro se hizo con un puesto muy importante en la antigua Alejandría (no solo siendo uno de los caballeros reales, sino uno de los nueve ángeles que protegen el reino). El origen de este ser es casi el mismo que el de Alejandro, la diferencia existe en las alas. 

   Lancelot, desgraciadamente, se convirtió en un verdugo de alma sucia para los seres humanos, sus palabras se las ha llevado el viento, pero las resopló hacia los infiernos donde sus alas negras se preparan para atormentar en vida a Alejandría, claro que con un buen ejército a sus órdenes, una milicia endemoniada que es representada como un día festivo en tributo al difunto guerrero (que por sobre todas las cosas siempre será alejandrino), el 2 de noviembre, bautizado como día de los muertos o de los fieles difuntos, que se expandió como una celebración internacional un par de años después de su creación. William Lancelot pasó de ser un mortal con habilidades de prodigio y defensor del escudo Alejandrino, a ser un ángel de alas negras de la categoría destructor que comanda buena parte de los ejércitos de Ares y reside en los infiernos. Su espíritu vengativo vaga atormentando mortales, pero el ángel protector Ícaro lo combate personalmente, es la representación física de las esperanza para los Alejandrinos, una bendición caída o enviada para cumplir una misión, al igual que todos los ángeles. Un símbolo de paz en un mundo divido por las guerras y el poder, un precursor y amante de la vida, noble de corazón. Leyenda que nace en San Fernando el 30 de diciembre después de Zaira. 

- El misántropo autor.